domingo, 18 de mayo de 2014

  Los Medios de Comunicación, la publicidad y el engaño constante


Allí es donde es necesario desnudar el peligro de la falta de carácter. Por ejemplo, una enfermera se equivoca en la administración de una medicina. Si tiene carácter será capaz de afrontar la responsabilidad de su error, dará la alarma, dirá: "Me he equivocado, asumo mi falta, pero hagamos algo, no permitamos que esta persona se muera". Si no tiene carácter, procurará impedir que los otros se enteren del error, y con ello producirá una cadena de hechos horribles. Después el director de la clínica, con su correspondiente falta de carácter en lugar de asumir el hecho, ocultará por tres días el error, negará ante los medios que haya ocurrido, y todos sentiremos. (Ospina, 2010)


Fuente: https://tenacarlos.files.wordpress.com/2014/03/burguesia_rebelde.jpg?w=640

Estudio y considero que William Ospina manifiesta de alguna manera como esta sociedad moderna con todos los problemas mencionados anteriormente junto con la publicidad ha hecho arreciar el crimen, hacer, desear lo imposible, engañar y seducir de forma inhumana el mundo que pinta pero no todos pueden alcanzar por el factor dinero que se convierte en una ilusión, una utopía, y en el desorden mundial que hoy se vive.

La señorita que viaja a Miami siente que por ser colombiana naturalmente inferior a los norteamericanos. Así que al volver intentará mostrar que su viaje la ha transformado por el método abreviado en una extranjera, o ha aligerado su vergonzosa condición criolla. (Ospina, 2010)

Es lo que pasa cuando los publicistas criollos hablan entre sí en inglés para deslumbrarse mutuamente, cuando los jóvenes tratan de impresionarse con las marcas de las prendas que usan. Toda autenticidad es considerada una penuria, porque se tiene un sentimiento profundo de indignidad y de pequeñez, entonces hay que afirmarse en las marcas, en las poses, en los símbolos. El joven que pase unos meses en Francia llegará visiblemente metódico, el que pase unos en Alemania llegará severamente sistemático, y ello en principio no evidencia capacidad de aprendizaje ni hospitalidad mental sino la misma antigua debilidad de carácter. (Ospina, 2010)

Examino y realmente todo va de la mano en las revistas, en la red, en los periódicos y vallas de las grandes ciudades aparecen mujeres esbeltas, llamativas y sexys que incitan a la gran mayoría a estar “in”, si no haces parte, no existes. ¿Pero hasta dónde es cierta esa belleza si no es más que un maquillaje? Maquillaje de órganos. Los nuevos programas quitan celulitis, ponen trasero, organizan imperfecciones faciales, moldean narices, curvas y labios como de alguna manera el cambio de la cultura y la banalidad han hecho parte de este montaje. Sin embargo lo importante en este punto es ver que las mujeres se han visto obligadas a alcanzar un ideal de belleza que realmente no existe, en el sentido expuesto, incluso modifican el cuerpo de modelos de talla cuando van a aparecer en las revistas de farándula y mundo del espectáculo, toda una ética de la apariencia. Esa interiorización de belleza de la que hablo aborda la mente de la mujer latina y la publicidad sabe de antemano que ese público femenino es completamente débil. En conclusión Deberíamos hacer más y hablar menos, pues pareciera que entre más tiempo pasase ello acrecienta cada vez más desdichando al hombre el miedo de perder lo que tiene O desvanecer por lo que no posee.

Fuente: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEho3jgRl5FiS6e4T2mwA-juEnX54iO5XTRF_ApiaKp_MkZnzjqiQQ7zZa_KRzsSKuwg-VYPUs3eF2YOgNzBpmN72gOcgAph2QpXk2eLq5VouywStydl1bVJw2QZCvdy_G9UlHKXixo0egM/s1600/publicidad.jpg



Así seguimos jugando al juego de que somos exclusivamente una nación blanca, católica y liberal, aunque nuestras ciudades sean el ejemplo de mestizaje y de mula taje más notable del continente; aunque nuestra vida religiosa sea la más asombrosa combinación de espiritismo, santería, brujería, animismo e hipocresía que pueda encontrarse: aunque nuestra vida política se caracterice porque el presidente de la república es elegido por el diez por ciento de la población, exactamente el mismo porcentaje que vive directa o indirectamente del Estado. Desde muy temprano en nuestro país se dio esa tendencia a excluir y descalificar a los otros, que nos ha traído hasta las cimas de intolerancia y de hostilidad social que hoy padecemos. (Ospina, 2010)

Un colombiano casi no se reconoce en otro si no median una larga serie de comprobaciones de tipo étnico, económico, político, social y familiar; si no se hace una pormenorizada exploración acerca del sitio en que trabaja, el barrio en que vive, la ropa que usa y la gente que conoce. Y por supuesto esta hostilidad no es sólo de los ricos hacia los pobres: éstos a su vez sienten el malestar de relacionarse con gente que pertenece a otro mundo, y no dejan de expresar el desagrado que les causa el ritual de simulaciones que caracteriza la vida social de las otras clases. (Ospina, 2010)

Me voy hacía algunos años atrás y en plena época de conquista , la fuerza y la guerra fueron las perfectas herramientas para someter a un pueblo oprimido por varios aspectos, religiosos, económicos y culturales. Hoy la ignorancia social , de mano con el control político establecido por los medios de comunicación , nos siguen timando a través de los espejitos teledirigidos, con pretextos internacionales como los del FMI (Fondo monetario internacional) de privatizar la educación y la salud con sonrisas de cordialidad nos pretenden embaucar dentro de campañas políticas que convierten la democracia en una banalidad.

Mientras en Norteamérica se dice simplemente "La Casa Blanca”, para aludir al centro de gobierno más poderoso del planeta, en este país la sede de gobierno sigue llamándose "Palacio", como aprendimos a decirlo desde los tiempos en que la sombra del Escorial daba penumbra a nuestras almas. (Ospina, 2010)

 Fuente : https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6QyN-xvW19eOP8ESBudbpD341sj6JGgqS1IszmjJlpYesLgvyPKYpm0diIYNKjoXqie0dG2gzULoFyG2VRI26SIAzAZPM3myn29eSsNFhNzvlI3jDVHc6ltZWNTkH7xGdg-ZzRYuWPPGi/s1600/nop.jpg

Los gobiernos no sienten vergüenza de que El Palacio esté a unos cuantos metros del último pozo de la miseria humana: "La Calle del Cartucho" donde se confunden con la basura y con las costras de la tierra numerosos seres humanos de esos que nuestra insensibilidad llama "desechables". Pero tal vez lo que quieren los gobiernos es que se advierta en ese símbolo: el poder y la escoria conviviendo en el mismo barrio, la plenitud caricatural de nuestras instituciones. Tradicionalmente los países logran una identificación consigo mismos a partir de sentirse miembros de una misma etnia, de una misma tradición, a partir de la evidencia de unas afinidades. (Ospina, 2010).


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